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El salario mínimo de México, el más bajo de América Latina

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México es el país que tiene el nivel de salario mínimo más bajo de América Latina, por debajo de los índices de países como Haití, Nicaragua y República Dominicana, al pagarse sólo 60 centavos de dólar la hora de trabajo, señaló el doctor Roberto Gutiérrez Rodríguez, quien aseveró que el salario mínimo es un “poderoso instrumento de desigualdad”.

Durante su presentación en el Seminario Divisional. La desigualdad social en México, desafíos y acciones transformadoras, el investigador del Departamento de Economía de la Unidad Iztapalapa señaló que si bien México se encuentra entre las cuatro o cinco naciones latinoamericanas con más alto nivel de desarrollo humano, junto con Argentina, Uruguay y Chile, “hay una brecha enorme entre este índice y el salario mínimo”, lo cual resulta “contradictorio”.

Gutiérrez Rodríguez explicó que el salario mínimo, como una forma de retribución del trabajo humano ya no es representativo, lo que ha dado lugar a consideraciones “muy importantes” en relación con su carácter legal, y como investigadores “hemos tenido que acudir a lo que dice la Constitución, a lo que señala la Organización Internacional del Trabajo (OIT), a lo que establecen las reformas laborales recientes, para entender que esta remuneración ha sido vista como una medida de contención de la inflación”.

A pesar de que el artículo 27 en su párrafo cuatro establece que el salario mínimo debe de ser suficiente para satisfacer las necesidades de una familia en lo material, social y cultural, y de que México es firmante del C131, Convenio sobre la fijación del salario mínimo como una forma de protección ante los empleadores establecido por la OIT, el país “no está cumpliendo con el precepto y el salario mínimo, se ha convertido en una medida “anticonstitucional”.

Al referirse al tema del salario mínimo y la desigualdad, dijo que el siglo XIX fue un periodo de enorme desigualdad, “pero por algunas circunstancias” como el rápido crecimiento económico registrado después de la segunda guerra mundial, la desigualdad “amainó”; pero en el siglo XXI ésta vuelve a repuntar debido a fenómenos vinculados con la globalización.

“La globalización, en el concepto moderno en que la conocemos a partir de los años 80, con el cambio tecnológico, la movilidad de la mano de obra y la de los capitales extranjeros, no trajo una mayor igualdad sino que acentuó los problemas de desigualdad, que se asocian a una mayor concentración de la riqueza.

En su análisis, el investigador de la UAM destaca las contribuciones del economista francés Thomas Piketty, al desarrollar una metodología para medir la desigualdad, y mostrar para el caso de Estados Unidos, que sólo uno por ciento de los más ricos posee 30 por ciento del ingreso nacional.

Tras señalar que “Piketty pone sobre la mesa un problema que los economistas no estábamos atendiendo”, que es el de la desigualdad, el doctor Gutiérrez Rodríguez dijo “si vemos la economía como un pastel, va creciendo más la parte del capital y la tecnología que la de los salarios y las remuneraciones, y esto hará que una clase social se vaya haciendo menos relevante o más pequeña que la otra, lo cual llevará a una concentración”.

En esta tendencia al hablar del problema de la desigualdad, los organismos internacionales “no se quedan atrás” y la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), exigió para México la existencia de un seguro de desempleo, pero en 22 años de haber ingresado, no lo impulsó y decidió que se tomaría del fondo de pensiones, “de aquellos que tengan suerte de tener este fondo” para los periodos en que el trabajador se quedara sin empleo.

La OCDE empieza a ponerle mucho interés a la pobreza y a los problemas de desigualdad, de distribución y de concentración del ingreso “y esto tiene en mucho que ver con el bajo nivel de los salarios mínimos”, apuntó.

México podría considerar subir el salario mínimo para combatir la pobreza y la desigualdad, tal como señalan algunos estudios sobre el tema, en los que se muestra que aumentos modestos en esta remuneración pueden de hecho atraer a más personas a la actividad laboral formal y estimular la productividad.

Se ha mostrado también que de aplicarse este salario “no será disruptivo de la economía, no provocará ni desempleo, ni inflación y sí va a propiciar más beneficios”.

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